jueves, 25 de octubre de 2007

Las persecuciones en la iglesia primitiva

NOTA: ESTE ES UN ESTUDIO ALGO ACADÉMICO QUE ENTIENDO NO SERÁ DEL AGRADO DE TODOS. A PESAR DE TODO, CREO QUE CUALQUIERA QUE LO LEA CON DETENIMIENTO PUEDE, ADEMÁS DE CRECER INTELECTUALMENTE, CRECER EN PASIÓN POR JESUCRISTO AL RECIBIR INSPIRACIÓN PARA VIVIR UNA VIDA TOTALMENTE ENTREGADA A ÉL.
JCB

I. Introducción

Para finales de la era apostólica (98 DC, aprox.), la iglesia era un movimiento con más de 500,000 creyentes que normalmente se congregaban en pequeñas asambleas en las casas, esparcidos por partes de África, Asia y Europa. Hasta ese momento el pueblo cristiano sólo había sido perseguido y atacado por los Judíos de una manera directa, y por el imperio cuando reprimía a estos últimos pues en ese momento no se distinguía a los cristianos como una nueva religión sino como otra secta judía. Ya en esos momentos la lista de los mártires había comenzado a escribirse, los grandes testigos se estaban manifestando (recuerden a Esteban, Hechos 8).

Pero era quizá difícil de imaginar que las cosas fueran a empeorar. Y cuando empeoraron lo hicieron hasta el punto que las persecuciones bajo el imperio romano han llegado a ser consideradas como un apartado doloroso de la historia, no sólo eclesiástica sino mundial. Nunca la historia ha sido testigo de tan grandes crueldades y malvada creatividad. Como el mismo Eusebio escribió:

“Y otros sufrieron en sus miembros secretos y en sus entrañas tormentos vergonzosos, implacables e imposibles de expresar con palabras, tormentos que aquellos nobles y legítimos jueces imaginaban con el mayor celo, mostrando su crueldad como un alarde de sabiduría y tratando a porfia de superarse los unos a los otros en la invención de suplicios, siempre más nuevos, como en un certamen con premios.” (Énfasis mío)[i]

No podríamos dudar que una inspiración maligna estaba detrás de todas estas ingeniosas torturas y mecanismos de muerte. Tampoco podemos cuestionar que el mismo Jesús, en su ministerio en la tierra, nos advirtió en repetidas ocasiones los alcances de nuestra decisión por Él. Pero a pesar de todo, y al estar concientes de la posterior caída del imperio romano y de su paganismo[ii] tenemos que conceder gran valor a las palabras de Philip Schaff:

“Así este bautismo de sangre de la iglesia resultó en el nacimiento de un mundo cristiano. Fue una repetición y prolongación de la crucifixión pero seguido de la resurrección.[iii]


Al final, la tenacidad, valor, resistencia e increíble fidelidad de los cristianos fueron decisivas, quizás indispensables, para el triunfo del cristianismo sobre el paganismo.

II. Motivos de las persecuciones
¿Quién o qué era la fuerza detrás de las persecuciones? ¿Había en realidad razones reales para desatar tan cruenta barbarie? Es oportuno en este apartado citar a Philip Schaff con el siguiente comentario:

“Justino, Tertuliano y otros confesores trazaron las persecuciones hasta Satanás y los demonios, aunque no ignoraron los aspectos morales y humanos; ellos también las vieron como un castigo por pecados pasados y una escuela de virtudes cristianas. Algunos rechazaron que el martirio provenía de la maldad puesto que su consecuencia fue que los cristianos fueron traídos más pronto a Dios y a la gloria de los cielos”.[iv]

Encuentro cinco motivos detrás de las persecuciones y sus resultantes martirios. Si bien el primero (Satanás) está fuertemente ligado con los otros cuatro, siendo el primero inspiración de los siguientes, considero hacer la discriminación para no caer en simplismo y tener un panorama completo de tan trascendentales episodios.

1. Satanás
No podríamos dudar ni un minuto que Satanás tomaba gran placer en todo lo que sucedía y era el gran animador detrás de la cortina. ¿Quién más que él podría ser el inspirador de tan terribles castigos y técnicas de asesinato? Él es el enemigo por excelencia, no sólo de los cristianos sino también de toda la creación de Dios. Su deseo de matar, hurtar y destruir (Juan 10:10) estaba siendo satisfecho al extremo. Estaba matando a miles de fieles a Jesucristo y a su evangelio. Estaba robándole a muchos niños su infancia y marcándolos para siempre con la muerte de sus padres. Estaba haciendo un ataque feroz con el fin de desaparecer para siempre el cristianismo de la faz de la tierra. Es claro para nosotros que todos sus esfuerzos por destruir los planes de Dios lejos de amainar y atemorizar la naciente fe, terminaron fortaleciéndola y expandiéndola cumpliendo así las palabras de Jesucristo: “…y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Mateo 16:18b

2. El imperio y sus políticas
Cuando hablamos de los gobiernos es muy difícil, en general, hacer una separación entre los asuntos religiosos y políticos, esto a raíz de la amalgama que suele sucederse entre estos dos, y si hablamos de imperio romano en particular esto es aun más difícil pues el paganismo era el corazón de imperio y muchas leyes y posiciones políticas eran directa o indirectamente influenciadas por la religión oficial. De todas maneras, y aunque pareciera que al hablar de los asuntos políticos que motivaron las persecuciones estuviéramos hablando del paganismo igualmente, es importante tratar de hacer una distinción. El imperio romano era un gobierno tolerante con otras creencias. Era común que por medio de decretos se les permitiera a los pueblos conquistados adorar a sus propios dioses siempre y cuando no se preocuparan de hacer prosélitos. Pero políticas imperiales (vinculadas con lo religioso) como la adoración del emperador eran completamente contrarias a las convicciones judías y por extensión a las cristianas. Al principio, el imperio consideraba al cristianismo como una secta judía, y lo sometía entonces a las mismas restricciones y libertades que al judaísmo. Pero al poco tiempo fue notoria la diferencia de esta nueva religión y los “peligros” que le podría traer al imperio. Philip Schaff comenta sobre el cristianismo:

“Tan pronto como fue entendido como una nueva religión, y como, de hecho, clamara validez y aceptación universal, fue declarado como illegal y traicionable, una religio illicita; y el constante reproche hecho a los cristianos fue: ‘Ustedes no tienen derecho a existir.’ ”[v]

Estos cristianos con sus reuniones “misteriosas” en las casas, sus ritos particulares y malentendidos, su indisposición con el servicio militar[vi], su oposición a participar en actos de adoración pública y su aparente hostilidad hacia el emperador y los ciudadanos romanos fueron declarados como conspiradores contra el estado.

3. El imperio y su religión pagana
Los cristianos llegaron a ser los culpables de todo lo malo. Cuando las tropas imperiales tenían fracasos se decía que era porque los dioses estaban molestos y todo a causa de los cristianos. Cada inundación, peste, hambruna y problema era comúnmente achacado a los cristianos. Además de esto, los creyentes eran considerados ateos. Para el paganismo con sus múltiples estatuas e ídolos, con sus fastuosos templos y ritos, era inconcebible un Dios sin ninguna imagen que lo representara[vii]. Para ellos entonces los cristianos no tenían Dios alguno y era frecuente la frase “¡que mueran los ateos!”.

También hubo algunos emperadores romanos que tuvieron como única motivación para perseguir a los cristianos la amenaza que ellos suponían para la religión imperial. El cristianismo era el causante de la falta de vitalidad en el culto pagano. El mismo gobernador Plinio el Joven, en carta al emperador Trajano, le comenta que los templos estaban casi vacíos y los sacrificios eran escasos. Muchos emperadores veían el paganismo, la adoración de sus dioses, como la fuente de la vitalidad y prosperidad del imperio y semejante enfriamiento del paganismo era para ellos equivalente a un debilitamiento del poder imperial.

La verdad es que los emperadores y sacerdotes paganos tenían razón: el crecimiento y consolidación del cristianismo acabó con el paganismo, por lo menos oficialmente (ver primera referencia), y a la postre, según algunos historiadores, aporto al debilitamiento imperial y a la posterior caída del imperio romano de occidente.

4. Factores económicos
El cristianismo, aun más que el judaísmo, era una amenaza tremenda al mercado tejido alrededor de la idolatría. Sacerdotes paganos, artesanos, malabaristas, mercaderes y otros que derivaban su sustento del comercio y la fabricación de ídolos fueron afectados por las convicciones cristianas. De esto la misma Biblia en Hechos 19:23-28 nos da un claro ejemplo de la agitación de los mercados:

“Por aquel tiempo se produjo un alboroto no pequeño por motivo del Camino. Porque cierto platero que se llamaba Demetrio, que labraba templecillos de plata de Diana y producía no pocas ganancias a los artífices, reunió a éstos junto con los obreros de oficios semejantes, y dijo: Compañeros, sabéis que nuestra prosperidad depende de este comercio. Y veis y oís que no sólo en Efeso, sino en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido a una gran cantidad de gente, y la ha apartado, diciendo que los dioses hechos con las manos no son dioses verdaderos. Y no sólo corremos el peligro de que nuestro oficio caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Diana se considere sin valor, y que ella, a quien adora toda Asia y el mundo entero, sea despojada de su grandeza. Cuando oyeron esto, se llenaron de ira, y gritaban, diciendo: ¡Grande es Diana de los efesios!”

5. Malentendidos
Los malentendidos, rumores y chismes de que eran objeto los cristianos eran no tanto una causa como un combustible, un aliciente, a las persecuciones. Los cristianos eran acusados de mantener orgías, de infanticidio, de canibalismo y de otras abominaciones. Todo esto aumentaba el odio creciente del pueblo frente a estos y aunque, como dije al principio, todo esto contribuía al agite de los romanos contra los cristianos no faltaban quienes acusaban cristianos y los llevaban a los tribunales bajo estos únicos cargos mentirosos. Por eso los considero también una quinta razón para las persecuciones y los martirios.

6. Otro ser detrás del velo
El primer motivo para las persecuciones (Satanás) podría denominarse como una causa espiritual infernal. Los cuatro siguientes como causas culturales “naturales”. Pero este análisis quedaría incompleto si ignoráramos a otro ser: Dios. Y no cito aquí a Dios como uno de los culpables de estos crímenes sino más bien como la respuesta a los por qué o para qué que fácilmente llegan a nuestra mente en los momentos difíciles. Creo que el famoso refrán 'soldado avisado no muere en guerra' encuentra ecos en el nuevo testamento y en las palabras de Jesús en particular. En varios pasajes Jesucristo advirtió sobre los peligros que les esperaban a sus discípulos. En Mateo 10:16-22 Jesús dice a los suyos:

“Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas. Pero cuidaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y hasta seréis llevados delante de gobernadores y reyes por mi causa, como un testimonio a ellos y a los gentiles. Pero cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis; porque a esa hora se os dará lo que habréis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo.”

Pablo confirma las palabras de Jesús en muchos de sus escritos siendo el más interesante, a mi juicio, el de Filipenses 1:29 “Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El”.

En este revolucionario pasaje Pablo hace mención de los padecimientos como una concesión que se nos es dada. Para este apóstol a los gentiles las persecuciones y martirios atroces si bien encarnaban la ira de Satanás contra el pueblo de Dios, también representaban un privilegio, un regalo divino que permitía a los verdaderos creyentes mostrar su gratitud y amor extravagante por Jesucristo.

El sufrimiento por la causa de Cristo, una consecuencia directa del discipulado radical, completo y verdadero[viii], es una promesa poco predicada en la iglesia en general y enemiga numero uno de la muy extendida teología de la prosperidad.

Ciertamente Dios nos dio tremendas promesas. El prometió que supliría todas nuestras necesidades. Pero Él también aseguró que parte del 'paquete todo incluido' que recibe un discípulo suyo es el de la siempre posibilidad del martirio. No deberíamos orar para que el sufrimiento no llegue porque es seguro así como sus otras promesas. Sería orar en vano. Tampoco deberíamos apresurarnos o sufrir o hacernos matar sin necesidad, sin ser nuestro tiempo o nuestro llamado especifico. Por lo que si debiéramos orar es por fuerzas, por fidelidad y por consagración para que si llega el momento en que coloquen un frío revolver en nuestra cabeza podemos decir, en imitación de Policarpo:

“Ochenta y seis años he servido a Cristo, y Él no me ha hecho ningún daño; ¿cómo podría entonces blasfemar a mi Rey quien me ha salvado?”[ix]

III. Consecuencias de las persecuciones y de los martirios

1. La nube de testigos
Una de las consecuencias más significativas de estos eventos históricos sangrientos ha participado en muchas de mis prédicas en campamentos juveniles y reuniones de liderazgo. Es para mi un honor citar Hebreos 12:1 donde se hace mención de la nube de testigos que nos observa y nos ánima en nuestra profesión en la vida. En este pasaje sólo se hace mención de la nube sin dar detalles sobre quienes la conforman. La realidad es que todos esos héroes fueron descritos en Hebreos 11 (Abel, Enoc, Noé,…, Abraham, Moisés, Gedeón,…) pero a finales de este capítulo son mencionados otros héroes sin nombre cuyos testimonios son tan grandes que el mundo no fue considerado digno de haber albergado semejantes personajes. En Hebreos 11:36-38 la Biblia dice:

Otros experimentaron vituperios y azotes, y hasta cadenas y prisiones. Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada; anduvieron de aquí para allá cubiertos con pieles de ovejas y de cabras; destituidos, afligidos, maltratados (de los cuales el mundo no era digno), errantes por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas de la tierra.

Para el momento en que esta epístola a los Hebreos fue escrita[x] no se habían desatado las persecuciones por parte del imperio de la forma que a la postre lo fueron. Así pues, esas palabras de Hebreos, aunque se referían en parte a personas que ya habían vivido, tenían también un carácter profético.

Tenemos en los cielos una nube de testigos muy variada en sufrimientos por el Señor: unos fueron envueltos en pieles de animales y soltados a los perros para que los despedazaran. Otros fueron amarrados a un palo en el coliseo y les soltaban a un toro para que los corneara con furia. Otros fueron amarrados a un árbol cuyas fuertes ramas eran contraídas hacia la víctima. Luego eran amarradas las extremidades (brazos, pies) a las ramas del árbol que, cuando se soltaban, descuartizaban a la persona. Otros fueron lanzados a los leones. A unos les clavaron clavos de caña entre sus uñas. A otros les cortaron la nariz, orejas y cabeza. Unos murieron en la hoguera y a otros los arrojaron al mar con piedras de molino atadas al cuello.

La crueldad llegó a su extremo. Igualmente nuestra admiración por ellos. ¿Qué hizo que esas personas fueran capaces de entregar sus vidas, en semejante sufrimiento, por el Señor? ¿Por qué muchos de nosotros consideramos la lucha con el control remoto despiadada? Como líder cristiano recibo muchos motivos de oración: “Estoy luchando con la televisión”, dice uno. “Me está dando muy duro levantarme temprano”, dice otro. Claro, muchas veces tengo consejerías sobre asuntos trascendentales y difíciles pero algunas otras veces son trivialidades. Cuando nos quejamos que algo es muy difícil, que una presión es aparentemente irresistible, que una tentación es tan fuerte, cuando nuestras fuerzas están a punto de agotarse, estos testigos nos dicen: “¿Quieren saber lo que es realmente difícil? Ánimo”.

“Estimada a los ojos del SEÑOR es la muerte de sus santos” dice a Biblia en Salmos 116:15 y quizá como nunca, o casi nunca, Dios fue agradado al ver a sus santos demostrar tal fidelidad a Él. H. A. Ironside lo dice de esta manera:

“Este fue el periodo cuando la iglesia fue quebrantada bajo el talón de acero de la Roma pagana, si bien nunca antes había dado tan dulce fragancia para Dios como en estos dos siglos de casi constantes martirios.” [xi]

Estos mártires se levantan como unos de nuestros máximos ejemplos de entrega absoluta. Son un gran ejemplo de lo que significa estar avivado. V. Havner, quién considera este periodo de tribulación como profetizado en la carta a la iglesia de Esmirna (Apocalipsis 2:8-11), menciona:

“Lo creyentes de Esmirna pudieron haber hecho compromisos con los Judíos y los paganos y haber salvado sus propiedades y vidas, pero algunas cosas eran más preciosas que la vida misma, Tales cristianos no necesitan avivamiento. Ellos tienen la verdadera esencia del avivamiento, lealtad a Cristo a cualquier costo.”[xii]

2. Iglesia pobre
Esta es otra de las consecuencias poco citadas de las persecuciones. Los cristianos no eran vistos con buenos ojos y por ende no disfrutaban de buenas condiciones económicas (y esto sumado al hecho que al principio la iglesia cristiana era casi por completo conformada por las personas de más bajos recursos). Sus bienes eran saqueados, el trabajo era escaso para ellos en su calidad de delincuentes ante el estado. Y aunque sin lugar a dudas la iglesia primitiva padeció pobreza hasta la llegada de Constantino, también vivió uno de los tiempos de mayor riqueza espiritual.

3. Fertilización de los corazones
No he leído ningún documento o libro sobre historia de la iglesia donde no se haga mención de la acertada y profunda frase de Tertuliano: “La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”. Éste ensayo tampoco fue la excepción. Y es que el valor que demostraron los mártires en la arena del coliseo o en donde sea que los hayan martirizado, ha sido y siempre será una de las mayores evidencias de la realidad del cristianismo, de la obra de Cristo y de la esperanza de la resurrección. Esas gotas, y a veces ríos, de sangre hablaban más que las mismas palabras. Era un evangelio líquido. La gente se preguntaba ¿Pero en qué creen estas personas que son capaces de soportar todo este sufrimiento sin renegar de su fe? ¿Quién fue ese tal Jesús capaz de inspirar hasta al extremo? ¿Quién les da fuerza para no volverse para atrás en medio de tan cruentos sufrimientos? La sangre evangelizaba más que los argumentos y mientras que de uno en uno, de diez en diez, de cien en cien eran sacrificados nuestros héroes, en las tribunas estaban aquellos que fueron al espectáculo esperando recibir algo de diversión o esperando ver saciada su ira contra esos “ateos depravados” pero se encontraron con Jesucristo. Muchos salían pensando en la realidad de una fe cuyos practicantes morían gozosos, sin maldecir y perdonando a sus agresores. Mientras hubo sangre derramándose, la iglesia siguió creciendo agresivamente.

4. Revelación de la naturaleza de la nueva fe
Las situaciones difíciles, aquellas que parecieran no tener salida, son las que mejor prueban y sacan a relucir las heroicas cualidades de las personas. Como dice Philip Schaff “las persecuciones desarrollaron la paciencia, gentileza y permanencia de los cristianos y probaron al mundo el poder conquistador de la fe”[xiii].

Esta fe cristiana demostró que no era para cobardes. Demostró que pocos, de quienes habían experimentado una verdadera conversión, retrocedían[xiv]. También demostró que el Dios de los cristianos era muy diferente al dios de los paganos. A diferencia de los últimos, el Dios cristiano era celoso y exclusivo. También parecía fortalecer a sus seguidores en sus momentos más críticos, parecía ser un Dios más cercano y personal a diferencia de los egoístas, sensuales y casi humanos dioses paganos.

5. Confrontación de la justicia imperial
Magistrales son los cuestionamientos a la justicia imperial que grandes pensadores y apologistas hicieron. Para un imperio que se enorgullecía con sus avances y su estilo de gobierno, que se creía ejercer una correcta justicia, debió ser muy ofensivo y desestabilizante argumentos tales como los de Tertuliano, quién, en un estilo completamente legal, cuestionaba los motivos de las persecuciones. Todo esto debió concluir en un bajón de la imagen imperial delante de los ciudadanos que eran convencidos con dichos argumentos.

IV. Conclusión
El año pasado estuve hablando con Félix Ortiz sobre la situación del cristianismo en Europa. Él me contaba con tristeza de la dificultad de realizar la pastoral en su país, España. El postmodernismo con su pluralismo y relativismo había minado la fe de la mayoría, especialmente los jóvenes. “Habría que esperar”, me dijo él en tono de seria broma, “que se desaten persecuciones en España, que el cristianismo deje de ser legal, para que así la iglesia, desde el anonimato y la clandestinidad, empiece a crecer y a recobrar su terreno”.

Gerardo Muniello, por su parte, menciona que parte de la causa del estancamiento en argentina es la carencia de mártires en su país[xv].

Pero las persecuciones no sólo mostraron la realidad de la fe de algunos sino que también pusieron a la luz la suciedad en el corazón de otros. Hubo algunos que se ofrecieron al martirio, se auto candidatizaron al sacrificio sólo porque estaban seguros que serían famosos por su heroico acto. Pero los que sí estaban cerca de Dios sabían que si bien el sufrimiento es un llamado general, padecer el martirio era uno particular.

Ahora bien, hay una gran tragedia que no quisiera dejar sin mencionar: Los cristianos que alguna vez fueron los perseguidos y maltratados, una vez en el poder, hicieron lo mismo contra los Judíos y Gentiles. Las políticas del imperio cristiano (con sus restos de paganismo) fueron también represivas con las personas antes mencionadas. Dejamos el cayado y empuñamos la espada. Desde el momento que empezamos a emplear los mismos medios que nuestros antiguos verdugos, empezamos a transitar lentamente hacia la frialdad y el estancamiento.

Finalmente, las persecuciones, que por ningún motivo fueron una bendición de Dios[xvi] , marcaron para siempre la historia de la iglesia. Nos inspiran y nos estremecen. Nos cuestionan y nos asustan. Pero hay un sentimiento que también nos debieran provocar: gratitud. Debemos estar agradecidos con aquellos que con su entrega fertilizaron el mundo. Aquellos que con su valentía destronaron al paganismo y levantaron el alto el nombre de Cristo. Su sangre fue fiel semilla que espero regar con mi ministerio. Espero, y me esforzaré grandemente, honrar sus muertes con mi vida.

V. Notas de rerefencia

[i] Eusebio, Historia Eclesiástica, VIII, 12, 7
[ii] Si bien alguien, acertadamente a mi juicio, dijo que el catolicismo romano no es más que la fusión del paganismo romano con el cristianismo primitivo, no es nuestro objeto aquí discutir sobre esa permanencia del paganismo en la religión naciente.
[iii] Philip Schaff, History of the Christian Church, Volumen 2, Capítulo 2, Sección 13, (E-sword software)
[iv] Philip Schaff, History of the Christian Church, Volumen 2, Capítulo 2, Sección 13, (E-sword software)
[v] Philip Schaff, History of the Christian Church, Volumen 2, Capítulo 2, Sección 15, (E-sword software)
[vi] Aunque es sabido de muchos cristianos en el ejercito romano. El emperador Diocleciano, entre la política de sus persecuciones sostuvo la purga de su ejército, purga que trajo al martirio a muchos creyentes enrolados.
[vii] Tertuliano habla que el emperador romano Tiberio, atemorizado por lo que lo contaba Poncio Pilato respecto a Jesucristo, su muerte y resurrección, propuso al senado romano, sin ningún éxito, el incluir a Jesús entre las deidades romanas.
[viii] Así lo llama el evangelista Josué Iryon. Recuerdo que en los primeros años de convertido escuche su prédica titulada de esa manera (discipulado radical, completo y verdadero), me impactó profundamente.
[ix] Beka Horton, Book of the Revelation: Church History and Things To Come, (A Beka Book), page 12
[x] Muy seguramente antes que Jerusalén fuera destruida según lo da entender Hebreos 13:10.
[xi] H. A. Ironside citado en Book of the Revelation: Church History and Things To Come, (A Beka Book), page 11
smyrna.
[xii] V. Havner citado en Book of the Revelation: Church History and Things To Come, (A Beka Book), page 13
[xiii] Philip Schaff, History of the Christian Church, Volumen 2, Capítulo 2, Sección 13, (E-sword software)
[xiv] El mismo gobernador Plinio el Joven le escribía al emperador Trajano sobre el hecho que los verdaderos cristianos nunca harían sacrificios ni darían culto al emperador
[xv] Anette L. B. Gulick, Gerardo J. Muniello, Félix Ortiz, Raíces: la pastoral juvenil a fondo, (SEPAL), página 246
[xvi] Aunque no podemos dejar de recordar a Pablo con su comentario a la iglesia en Filipos que el sufrimiento por la causa de Cristo es una concesión que se nos es hecha.

VI. Bibliografía

Beka Horton, Book of the Revelation: Church History and Things To Come, A Beka Book, 1993
George Thompson y Jerry Combee, World History and Cultures in Christian Perspective, A Beka Book, 1997
Philip Schaff, History of the Christian Church, E-sword software (www.e-sword.net)
Anette L. B. Gulick, Gerardo J. Muniello, Félix Ortiz, Raíces: la pastoral juvenil a fondo, (SEPAL)
Justo González, Historia del Cristianismo, Tomo 1, Unilit, 2003


Juan Carlos Benjumea

martes, 9 de octubre de 2007

Porqué está fracasando la educación

Tiempo atrás un popular noticiero nacional realizó una “investigación” para descubrir porqué estaba fracasando la educación sexual en Colombia. La frustración era ésta: hemos fallado y no sabemos porqué. Personalmente, creo que no sólo Colombia ha fracasado sino el mundo entero. Y además, pienso igualmente que no sólo la orientación sexual ha fallado sino la educación en general. Sí, todavía estamos “produciendo” algunos intelectuales y buenos profesionales (aunque cada vez son menos) pero escasean cada vez más los buenos ciudadanos, los buenos jefes (motivadores, comprensivos, visionarios, recursivos), los buenos trabajadores (honestos, diligentes, leales, eficientes), los buenos hijos, los buenos padres y los buenos esposos.

Y el comentar sobre una razón no considerada del porqué estamos fracasando es el motivo de mi artículo. Creo firmemente que el origen de nuestro fracaso es más profundo que lo que pensamos. También hay responsabilidades compartidas. Familias disfuncionales, crisis de valores, crisis de las instituciones, la mala influencia de la televisión, la sociedad de consumo, métodos de educación anticuados, entre otros. De todos los anteriores se ha comentado mucho. Pero pienso que hay una causa no estimada, de suma importancia, incrustada en los fundamentos de la educación.

Cuando estudiaba educación fui fuertemente enseñado (¿adoctrinado?) en el tema del centro de la educación. Mis profesores me enseñaban “el alumno es el centro de la educación”. Y es esa teoría la que quiero confrontar, la que a mi juicio está equivocada, la que a mi criterio es una causa importante del fracaso en la educación.

El verdadero centro de la educación es el maestro. Y mientras no lo entendamos vamos a estar dando vueltas, haciendo costosas e innecesarias investigaciones, crearemos proyectos débiles, perderemos mucho tiempo, y terminaremos fracasando igualmente. En la antigüedad, cuando se pretendía que un joven aprendiera un arte, la carpintería por ejemplo, no lo enrolaban en el mejor instituto sino que lo establecían como ayudante de algún hábil carpintero donde, por medio de la imitación y el contacto constante con su maestro, el pupilo crecía y aprendía hasta que se convertía en otro hábil carpintero. Nada de libros, nada de clases magistrales, sólo relación e imitación. Más allá de la destreza en el arte, el pupilo aprendería las “mañas” del mismo: todas las prácticas éticas y no éticas de su mentor serían adquiridas y dependiendo del criterio propio, perpetuadas por este nuevo carpintero. Pero si dicho maestro, además de ser un excelente profesional, es justo con sus precios, fiel a sus compromisos, y honesto con sus clientes estaría dejando un legado digno de perpetuar por su pupilo.

Mi hermana es contadora pública egresada de una de las universidades privadas más prestigiosas de Medellín. Mientras estudiaba su carrera, era común que, de cuando en cuando, especialmente los viernes y sábados, se fuera de rumba con sus compañeros de la universidad. Pero esas rumbas no eran sólo de estudiantes. Prestigiosos profesores (algunos con altos cargos empresariales y públicos) los acompañaban y mostraban una cara muy diferente a la vista en el aula de clase. Allí, ante la desilusión de unos estudiantes que los veían como modelos, y la complicidad y el deleite de otros que se aprovechaban de la situación, se convertían en unos simples borrachos, acosadores, mujeriegos y vulgares personajes. Excelentes profesionales, pésimos modelos. Grandes intelectuales, pequeñas personas.

¿Quiénes fueron mis maestros? Por fortuna tuve algunos buenos maestros (entre ellos recuerdo con afecto a un tierno y amoroso profesor belga enamorado de Colombia y a un apasionado profesor de cálculo diferencial quien además de excelente profesional era un buen padre y amigo), pero también tuve, y en mayor número, homosexuales, feministas, machistas, borrachos, acosadores, pervertidos, irresponsables, divorciados, bígamos, perezosos… Pero mientras pensemos que lo más importante son los títulos universitarios y el dominio de cada asignatura la forma en que nuestros maestros enfrentan la vida, su cosmovisión y principios, están en un segundo (¿quinto?) plano.

La educación no debe ser sólo para enseñar a producir dinero, sino más bien para enseñar a vivir. Obviamente, enseñar un arte para producir dinero es necesario en miras de vivir, pero es sólo un aspecto de la educación. Y para enseñar a vivir es necesario que hayan maestros ejemplo de vida.

Pero mientras el alumno sea el centro de la educación no nos importará quien le enseña siempre y cuando tenga un título aprobado. Si es un desordenado sexual, inmoral, injusto, borracho, no es tan importante mientras lo mantenga en su vida privada. Si es así, ¿Por qué nos preguntamos el porqué ese inteligente muchacho y esa talentosa adolescente están esperando un bebé? ¿Por qué ese capaz bachiller, que paso a todas las universidades a las que se presentó, es un bebedor y adicto a la pornografía? (ese fui yo muchos años atrás). De nuevo concedo que las situaciones antes mencionadas no son sólo responsabilidad de un mal modelo, pero quiero que rescatemos su importancia.

No propongo la abolición de la academia ni de las clases magistrales. En realidad espero haber sido claro en mi convicción que ese no es el problema real. Lo que si propongo es la reevaluación de nuestras creencias en cuanto a la educación, dejar de pensar que los alumnos son el centro, y más bien exigir que nuestros maestros (y políticos, magistrados, ministros, y todos los líderes religiosos) sean ciudadanos dignos de imitar: excelentes padres, buenos esposos, buenos amigos, fieles, leales, responsables, y, obviamente, excelentes profesionales y pedagogos. Para algunos es una utopía, pero para otros como yo es una pasión: ser modelos dignos de imitar por nuestros niños y jóvenes, los cuales son los futuros dirigentes y maestros.

¿No tienen, entonces, derecho los profesores y líderes de tener vidas privadas? ¿Dónde queda la independencia, la libertad y el derecho a intimidad de los maestros y líderes? En la decisión de ser personajes públicos y de orientar los futuros gobernantes de nuestro país. Si no quieren ser ejemplos integrales, que se sienten detrás de un computador en una empresa donde lo que sean en privado afectará solamente a sus familias y círculo de amigos y no a las masas de estudiantes ávidos de encontrar modelos dignos de imitar.

Juan Carlos Benjumea Guzmán

lunes, 8 de octubre de 2007

¿Son suficientes nuestras técnicas de predicación?

Hace poco me encontraba viajando en un bus, lo cual no sería una gran hazaña y aventura ministerial (puesto que estoy cansado de andar en bus… ¡Dame un carro Señor!) si allí, delante de mí, en la banca siguiente, no se encontraran dos adolescentes. No sé si tengo una lucha interna con el chisme pero me gusta escuchar las conversaciones de personas en el tren o los buses. Creo que me sensibilizo cuando me entero de las grandes tragedias que las personas comunes experimentan, como también de sus contrarias convicciones (si es que las tienen) y cosmovisión. En serio, no es argumentación a favor del chisme, es verdad. Y teniendo dos adolescentes latinos casi postmodernos (como lo diría Félix Ortiz) tan cerca, me ayudó a refrescar y a afirmar una convicción que estoy seguro reposa en el apartado de “En qué creemos” de todas nuestras iglesias cristianas, pero habita poco en nuestra conciencia ministerial. Me refiero al papel del Espíritu Santo como el encargado de convencer y transformar a las personas que dirigimos. A veces pareciera que perdiéramos el norte y creyéramos que es nuestra responsabilidad la transformación de ese joven que llega a nuestro ministerio (¡culpable, culpable! Lo acepto). Ciertamente compartimos una responsabilidad, pero es la de amar, perdonar, instruir en la verdad, crear relaciones significativas, orar, entre otras tantas, pero la de quebrantar, limpiar y restaurar es de Dios.

Estando en el bus me esforcé por escuchar la conversación de estos adolescentes. Y hablaban unas cosas de las que me avergüenzo escribirles. Todo lo que buscaban era placer, nada más y nada menos. Y lo peor es que ¡¡parecían felices!! Sé que decir lo anterior no es nada nuevo, la realidad de una adolescencia que vive de acuerdo al hedonismo, ávida de tener experiencias intensas no es un gran descubrimiento, pero quiero que reflexionemos de nuevo respecto a esto.

Nuestros adolescentes viven dominados por pasiones desordenadas (para los que les gustan los términos teológicos, CONCUPISCENCIA), viven dirigidos por impulsos y deseos más que por convicciones y principios. Cuando le compartas a uno de ellos es común que te digan: “Sí, yo sé que tienes razón, pero es que… ¡simplemente no siento hacer lo que dices!”. Muchos de ellos saben que tenemos razón cuando hablamos de sexualidad, de vicios y prácticas incorrectas, de su necesidad de Dios, pero simplemente no son capaces de vivir de acuerdo a lo correcto, pues todo su ser está hirviendo a causa de las pasiones, algunas contradictorias, que los dominan.

Y la realidad es que la mayoría de las veces ni ellos tienen la culpa, por lo menos de su iniciación. Son estimulados y mal orientados exageradamente desde muy temprana edad, cuando ni ellos sabían lo que pasaba. Las familias disfuncionales, una iglesia anticuada, y unas instituciones en ruinas, han facilitado el camino para que una corriente agresiva, amoral y rebelde los arrastre. Nuestros adolescentes no siguen convicciones, sino, como dice Félix, su corazón, sus pasiones.

Al lado de estos adolescentes en el bus recordaba que es un imposible para mí cambiar a esta generación. A pesar de todo lo que pueda saber de lo temas más trascendentales, sin importar que comunique estos mensajes de manera divertida, agradable, contundente y convincente, aunque use los medios audiovisuales más sofisticados e impresionantes (la verdad es que no los tengo… ¡pero los tendré!), no hay ningún fruto positivo que pudiera obtener de mi actividad ministerial si el Espíritu de Dios no me respaldara.

Sí, necesitamos la verdad expuesta de la mejor y más “digerible” forma para nuestros jóvenes. Claro, necesitamos encausar esas pasiones juveniles hacia actividades y proyectos significativos. Por supuesto, y sobre todo, necesitamos llevarlos a conocer y a establecer una relación personal, genuina y creciente con Jesucristo. Pero quiero que recordemos el papel del Espíritu en todo la anterior no como doctrina sino como convicción que guía, fortalece y refrigera nuestros ministerios en pos de alcanzar esta generación para el Señor: el Espíritu usa la verdad bíblica para convencer de pecado, afecta las emociones haciendo nacer nuevas pasiones y poniendo en su sano lugar las ya presentes (las pasiones no son malas por naturaleza, lo malo es la sobre estimulación o la estimulación en el momento equivocado), y Él es el que revela la belleza y gloria de Jesús en el corazón de cada persona.

Sin el Espíritu Santo nuestra labor pastoral es sólo activismo ministerial… tal vez simple trabajo.

Juan Carlos Benjumea Guzmán

Del Éxito y Otros Demonios

Hace poco venía en un bus proveniente de una región en la que estuve ministrando en varias iglesias. Fue un viaje difícil. En el camino estuvimos estancados por más de seis horas a causa de múltiples derrumbes en la carretera. Un viaje de siete horas se convirtió en uno de catorce. Ansiaba ver a mi familia y descansar un poco. Todo este tiempo en el bus, por cierto viejo, feo e incómodo me impulsó a reflexionar sobre mi ministerio, particularmente sobre ese corto viaje que acababa de realizar y del cual estaba regresando. Mis preguntas eran: Cuando llegue a Medellín y la gente me pregunte cómo me fue, ¿qué les respondo? ¿Fue un viaje exitoso? ¿Fue un fracaso? El dilema era resultado de una visión de lo que es el éxito proveniente de una sociedad que ama y reclama el espectáculo, las extravagancias, el dinero, la diversión y el entretenimiento. Tal percepción logra muchas veces infiltrar nuestras convicciones. Y debo reconocer que en parte había permeado las mías, no reemplazado pero sí confundido.

El éxito ahora está directamente ligado al número de personas involucradas o afectadas, al dinero recaudado, a los milagros sucedidos o al despliegue tecnológico y logístico que hayan caracterizado algún evento o campaña. Teniendo en cuenta estos aspectos estuve a punto de concluir que mi viaje fue un verdadero fracaso.

Déjenme les explico: Fui invitado a compartir cuatro veces patrocinado por una ONG cristiana. Una semana antes del evento dicha ONG canceló todos los eventos por no tener los fondos necesarios para cubrirlos. Pero una valiente mujer, pastora de la pequeña ciudad sede del evento, decidió que no iba a cancelar todo sino que seguiría adelante con algunos eventos. Todo eso implicó lo siguiente: pocas personas, poco dinero (muy, muy poco), poco espectáculo y nulo despliegue tecnológico. Respecto a esto último, y siendo sincero, si lo comparo con lo que estoy acostumbrado a ver y a usar en los eventos que normalmente desarrollamos como ministerio, hubo realmente un repliegue tecnológico.

No sé si se dieron cuenta pero ocurrió lo inverso a las características actuales de los eventos que frecuentemente llamamos exitosos. Creo que ahora podrán comprender mi confusión. Tal vez tú has experimentado lo mismo. Mucho esfuerzo, mucha preparación, muchas horas invertidas y pocos resultados aparentemente. Invertí alrededor de setenta y dos horas en este viaje de las cuales unas veintiséis las pasé en un bus. Cuatro participaciones todas en iglesias pequeñitas y pobres. Cero ofrenda. ¿Podría llamarlo un éxito? ¿Qué es realmente el éxito en la vida y en el ministerio?

Todo esto me recordó a Jeremías, el famoso profeta llorón. Tal vez recuerdan que fue llamado desde muy joven para ser profeta de Dios portador de un mensaje de poco agrado: Judá sería castigada y llevada a cautividad así como lo fue Israel. Su mensaje de castigo y arrepentimiento contrastaba grandemente con el dado por otros profetas que hablaban de su propio corazón y no lo que Dios les mandaba a hablar. Todo esto lo llevó a ser despreciado por muchos y a no ser valorado ni tomado como verdadero profeta de Dios. Pobre Jeremías, profetizó por más de 25 años el eminente castigo pero nadie lo escuchó. Nadie lo tomó en cuenta. Judá no hizo caso a sus palabras, no valoró su ministerio y evidentemente fue llevada al cautiverio, castigada por su rebeldía.

Nos podríamos entonces preguntar: ¿Tuvo Jeremías un ministerio exitoso? La respuesta depende de la definición de éxito que tengamos en mente. Si el éxito se mide por los factores que expuse arriba pues tendríamos que concluir que este profeta tuvo uno de los ministerios más ineficaces, mediocres e improductivos de los que han existido. Jeremías fue un fracasado digno de asistir a uno de los congresos de éxito ministerial que se dan por todas partes. ¿Qué escucharía el viejo Jere? Me lo imagino fácilmente: “Hey Jere, te faltó tener más fe”, “debiste haber confesado positivamente”, “tuviste que estar en pecado para que las cosas no hayan funcionado”, “seguro que no escogiste bien la música”.

Pero Jeremías no tuvo un ministerio fracasado pues él hizo solamente lo que Dios le había mandado; él no estaba inventando su mensaje ni estaba tratando de crearse un nombre entre el pueblo. Él no estaba buscando ser conocido ni admirado. Él sólo estaba siendo obediente (aun a pesar de sus propios deseos e intereses) y por eso fue exitoso a los ojos de Dios. Él éxito bíblico es obediencia al llamado de Dios. Para Dante Gebel significó rentar un estadio y hacer un evento en el cual pocos creían. Su obediencia a las cosas locas que Dios le había dicho, a pesar de las palabras negativas de las personas “cuerdas”, le ha significado un lugar entre los grandes ministros juveniles contemporáneos. Para muchos misioneros significó la muerte en tierras extrañas dejando poco o ningún fruto aparente.

Tenemos que volver a la perspectiva bíblica del éxito, debemos recordarles a nuestros jóvenes que el éxito no es directamente proporcional a la popularidad sino a la obediencia a las cosas que Dios nos manda a hacer. Lo demás es añadidura y don de Dios. Nosotros en nuestra ignorancia etiquetamos nuestras actividades en cosas pequeñas y grandes. Dios las etiqueta como obediencia y desobediencia.

Creo rotundamente que Dios no llamó a nadie al fracaso. Creo que muchos estadios se llenarán, que cada vez habrá más ministerios internacionales, creo que está creciendo una generación relevante que impactará el mundo grandemente usando todos los medios de comunicación, explotando como nunca todas las formas de arte (teatro, cine, danza, pintura, música). Personalmente sueño con cosas grandes, con participar en grandes proyectos que redunden en la transformación de nuestra sociedad, que contribuyan al establecimiento del reino de Dios en miles de vidas.

Pero nunca olvidemos que lograr todo lo anterior no es el éxito. La verdad es que aspectos como las personas involucradas, dinero, espectáculo, manifestaciones sobrenaturales, etc., que no son malos, pueden ser consecuencias del genuino éxito pero nunca son su definición. Éxito es hacer la voluntad de Dios, recibiendo y/o asumiendo todos sus costos, responsabilidades y privilegios. Para algunos ser exitosos les implicará irse para el amazonas en obediencia al llamado de Dios y a la pasión que arde en sus corazones a pastorear tribus olvidadas, no retratadas en los mapas de geografía, pero profundamente grabadas en el corazón de Dios. Nunca conocidos, nunca entrevistados, nunca llenando estadios, a lo más llenando una meseta de indiecitos para una vigilia especial, nunca manejando grandes sumas de dinero, ni haciendo grandes instalaciones de sonido. Pero tengamos cuidado, muchos de esos desconocidos podrían estar por delante de nosotros en el reino de los cielos cuando nuestro éxito en la vida sea juzgado por el que tanto obedecimos a Dios en la tierra.

Aunque he llegado a ministrar a muchas personas a la vez no por eso estuve más en la voluntad de Dios delante de los miles que cuando en este viaje ministré a veinte en una nueva iglesia. Creo entonces que tuve éxito en ese viaje porque simplemente obedecí a Dios. Hay cosas que no ocurrieron como esperaba, pero al final Dios fue glorificado. Recordar la alegría de un humilde pastor de una pobre y pequeña congregación en la que ministramos es muy gratificante. La comida, el trato recibido, los abrazos y las hermosas personas que conocí son un buen recuerdo y un salario más que suficiente.

No estoy haciendo una apología a favor de la mediocridad. No me malinterpreten. La estoy haciendo a favor de la verdad. Estoy convencido que el conformismo y las metas pequeñas son deshonra al potencial tremendo que tenemos en Dios. Pero mi temor es que una sociedad contaminada y seducida por la fama nos lleve a menospreciar lo que Dios hace, nos lleve a colocar etiquetas de fracasados a personas y ministerios que lo han dado todo para el Señor y que merecen nuestra honra y gratitud.

Finalmente, debo reconocer que esto que escribo desde mi corazón es una verdad de doble filo. Alguna vez enseñé a mis discípulos una enseñanza titulada “Verdades que exigen un corazón limpio” y ésta es una de esas verdades. Alguien con un corazón herido, frustrado o maltratado fácilmente atacará y criticará a los ministros populares y esconderá su inseguridad y limitada visión y pasión por ver un mundo diferente detrás de un simple “fue la voluntad de Dios”. No nos engañemos: la falta de oración, visión, planeación, delegación, control, motivación, y excelencia junto con los errores de ejecución y la pobre inversión pueden ser causantes de la pobreza de resultados de muchas de las actividades y proyectos que Dios nos mandó a hacer. Cuando Dios nos manda a hacer algo podemos considerar que fue la voluntad de Dios cualquier fruto obtenido siempre y cuando lo hayamos hecho todo con absoluta excelencia y pasión.

Tristemente encuentro a menudo a empresarios y ministros que creen que Dios los llamó a formar una empresita o una igliesita. Queriendo o pretendiendo estar limpios de ambición y orgullo han caído en la trampa del otro extremo que es igual de mala: el pensamiento bajo, la mente estrecha, las metas chiquitas, los pocos sueños y expectativas. Es que el problema no es soñar en grande, el problema es que los valores de esta sociedad sean los que determinen y/o condicionen nuestro sueño, nuestro éxito. El problema es que la embriaguez de espectáculo nos lleve a menospreciar los pequeños comienzos. Recuerden la historia de un anciano sentado a la entrada de de un pueblo al que un forastero le preguntó: “¿Ha nacido algún hombre grande en este pueblo?”. El anciano respondió: “¡No señor, aquí todos nacen niños!”. Es verdad, todos nacemos niños y son nuestras convicciones, decisiones, pasiones y acciones las que nos llevarán a trascender.

Debemos, entonces, mantener en mente que Dios depositó un sueño grande en nosotros, el más grande quizás; nos mandó a discipular el mundo, a ser luz y sal. En ese llamado algunos tienen diferentes roles y responsabilidades, algunos serán famosos y otros no, algunos llenaran estadios y otros ayudarán para que éstos los llenen, pero soñar con menos es estar por debajo de las expectativas de Dios. Vamos, purifiquemos nuestros corazones e impactemos al mundo.



Juan Carlos Benjumea Guzmán