lunes, 8 de octubre de 2007

Del Éxito y Otros Demonios

Hace poco venía en un bus proveniente de una región en la que estuve ministrando en varias iglesias. Fue un viaje difícil. En el camino estuvimos estancados por más de seis horas a causa de múltiples derrumbes en la carretera. Un viaje de siete horas se convirtió en uno de catorce. Ansiaba ver a mi familia y descansar un poco. Todo este tiempo en el bus, por cierto viejo, feo e incómodo me impulsó a reflexionar sobre mi ministerio, particularmente sobre ese corto viaje que acababa de realizar y del cual estaba regresando. Mis preguntas eran: Cuando llegue a Medellín y la gente me pregunte cómo me fue, ¿qué les respondo? ¿Fue un viaje exitoso? ¿Fue un fracaso? El dilema era resultado de una visión de lo que es el éxito proveniente de una sociedad que ama y reclama el espectáculo, las extravagancias, el dinero, la diversión y el entretenimiento. Tal percepción logra muchas veces infiltrar nuestras convicciones. Y debo reconocer que en parte había permeado las mías, no reemplazado pero sí confundido.

El éxito ahora está directamente ligado al número de personas involucradas o afectadas, al dinero recaudado, a los milagros sucedidos o al despliegue tecnológico y logístico que hayan caracterizado algún evento o campaña. Teniendo en cuenta estos aspectos estuve a punto de concluir que mi viaje fue un verdadero fracaso.

Déjenme les explico: Fui invitado a compartir cuatro veces patrocinado por una ONG cristiana. Una semana antes del evento dicha ONG canceló todos los eventos por no tener los fondos necesarios para cubrirlos. Pero una valiente mujer, pastora de la pequeña ciudad sede del evento, decidió que no iba a cancelar todo sino que seguiría adelante con algunos eventos. Todo eso implicó lo siguiente: pocas personas, poco dinero (muy, muy poco), poco espectáculo y nulo despliegue tecnológico. Respecto a esto último, y siendo sincero, si lo comparo con lo que estoy acostumbrado a ver y a usar en los eventos que normalmente desarrollamos como ministerio, hubo realmente un repliegue tecnológico.

No sé si se dieron cuenta pero ocurrió lo inverso a las características actuales de los eventos que frecuentemente llamamos exitosos. Creo que ahora podrán comprender mi confusión. Tal vez tú has experimentado lo mismo. Mucho esfuerzo, mucha preparación, muchas horas invertidas y pocos resultados aparentemente. Invertí alrededor de setenta y dos horas en este viaje de las cuales unas veintiséis las pasé en un bus. Cuatro participaciones todas en iglesias pequeñitas y pobres. Cero ofrenda. ¿Podría llamarlo un éxito? ¿Qué es realmente el éxito en la vida y en el ministerio?

Todo esto me recordó a Jeremías, el famoso profeta llorón. Tal vez recuerdan que fue llamado desde muy joven para ser profeta de Dios portador de un mensaje de poco agrado: Judá sería castigada y llevada a cautividad así como lo fue Israel. Su mensaje de castigo y arrepentimiento contrastaba grandemente con el dado por otros profetas que hablaban de su propio corazón y no lo que Dios les mandaba a hablar. Todo esto lo llevó a ser despreciado por muchos y a no ser valorado ni tomado como verdadero profeta de Dios. Pobre Jeremías, profetizó por más de 25 años el eminente castigo pero nadie lo escuchó. Nadie lo tomó en cuenta. Judá no hizo caso a sus palabras, no valoró su ministerio y evidentemente fue llevada al cautiverio, castigada por su rebeldía.

Nos podríamos entonces preguntar: ¿Tuvo Jeremías un ministerio exitoso? La respuesta depende de la definición de éxito que tengamos en mente. Si el éxito se mide por los factores que expuse arriba pues tendríamos que concluir que este profeta tuvo uno de los ministerios más ineficaces, mediocres e improductivos de los que han existido. Jeremías fue un fracasado digno de asistir a uno de los congresos de éxito ministerial que se dan por todas partes. ¿Qué escucharía el viejo Jere? Me lo imagino fácilmente: “Hey Jere, te faltó tener más fe”, “debiste haber confesado positivamente”, “tuviste que estar en pecado para que las cosas no hayan funcionado”, “seguro que no escogiste bien la música”.

Pero Jeremías no tuvo un ministerio fracasado pues él hizo solamente lo que Dios le había mandado; él no estaba inventando su mensaje ni estaba tratando de crearse un nombre entre el pueblo. Él no estaba buscando ser conocido ni admirado. Él sólo estaba siendo obediente (aun a pesar de sus propios deseos e intereses) y por eso fue exitoso a los ojos de Dios. Él éxito bíblico es obediencia al llamado de Dios. Para Dante Gebel significó rentar un estadio y hacer un evento en el cual pocos creían. Su obediencia a las cosas locas que Dios le había dicho, a pesar de las palabras negativas de las personas “cuerdas”, le ha significado un lugar entre los grandes ministros juveniles contemporáneos. Para muchos misioneros significó la muerte en tierras extrañas dejando poco o ningún fruto aparente.

Tenemos que volver a la perspectiva bíblica del éxito, debemos recordarles a nuestros jóvenes que el éxito no es directamente proporcional a la popularidad sino a la obediencia a las cosas que Dios nos manda a hacer. Lo demás es añadidura y don de Dios. Nosotros en nuestra ignorancia etiquetamos nuestras actividades en cosas pequeñas y grandes. Dios las etiqueta como obediencia y desobediencia.

Creo rotundamente que Dios no llamó a nadie al fracaso. Creo que muchos estadios se llenarán, que cada vez habrá más ministerios internacionales, creo que está creciendo una generación relevante que impactará el mundo grandemente usando todos los medios de comunicación, explotando como nunca todas las formas de arte (teatro, cine, danza, pintura, música). Personalmente sueño con cosas grandes, con participar en grandes proyectos que redunden en la transformación de nuestra sociedad, que contribuyan al establecimiento del reino de Dios en miles de vidas.

Pero nunca olvidemos que lograr todo lo anterior no es el éxito. La verdad es que aspectos como las personas involucradas, dinero, espectáculo, manifestaciones sobrenaturales, etc., que no son malos, pueden ser consecuencias del genuino éxito pero nunca son su definición. Éxito es hacer la voluntad de Dios, recibiendo y/o asumiendo todos sus costos, responsabilidades y privilegios. Para algunos ser exitosos les implicará irse para el amazonas en obediencia al llamado de Dios y a la pasión que arde en sus corazones a pastorear tribus olvidadas, no retratadas en los mapas de geografía, pero profundamente grabadas en el corazón de Dios. Nunca conocidos, nunca entrevistados, nunca llenando estadios, a lo más llenando una meseta de indiecitos para una vigilia especial, nunca manejando grandes sumas de dinero, ni haciendo grandes instalaciones de sonido. Pero tengamos cuidado, muchos de esos desconocidos podrían estar por delante de nosotros en el reino de los cielos cuando nuestro éxito en la vida sea juzgado por el que tanto obedecimos a Dios en la tierra.

Aunque he llegado a ministrar a muchas personas a la vez no por eso estuve más en la voluntad de Dios delante de los miles que cuando en este viaje ministré a veinte en una nueva iglesia. Creo entonces que tuve éxito en ese viaje porque simplemente obedecí a Dios. Hay cosas que no ocurrieron como esperaba, pero al final Dios fue glorificado. Recordar la alegría de un humilde pastor de una pobre y pequeña congregación en la que ministramos es muy gratificante. La comida, el trato recibido, los abrazos y las hermosas personas que conocí son un buen recuerdo y un salario más que suficiente.

No estoy haciendo una apología a favor de la mediocridad. No me malinterpreten. La estoy haciendo a favor de la verdad. Estoy convencido que el conformismo y las metas pequeñas son deshonra al potencial tremendo que tenemos en Dios. Pero mi temor es que una sociedad contaminada y seducida por la fama nos lleve a menospreciar lo que Dios hace, nos lleve a colocar etiquetas de fracasados a personas y ministerios que lo han dado todo para el Señor y que merecen nuestra honra y gratitud.

Finalmente, debo reconocer que esto que escribo desde mi corazón es una verdad de doble filo. Alguna vez enseñé a mis discípulos una enseñanza titulada “Verdades que exigen un corazón limpio” y ésta es una de esas verdades. Alguien con un corazón herido, frustrado o maltratado fácilmente atacará y criticará a los ministros populares y esconderá su inseguridad y limitada visión y pasión por ver un mundo diferente detrás de un simple “fue la voluntad de Dios”. No nos engañemos: la falta de oración, visión, planeación, delegación, control, motivación, y excelencia junto con los errores de ejecución y la pobre inversión pueden ser causantes de la pobreza de resultados de muchas de las actividades y proyectos que Dios nos mandó a hacer. Cuando Dios nos manda a hacer algo podemos considerar que fue la voluntad de Dios cualquier fruto obtenido siempre y cuando lo hayamos hecho todo con absoluta excelencia y pasión.

Tristemente encuentro a menudo a empresarios y ministros que creen que Dios los llamó a formar una empresita o una igliesita. Queriendo o pretendiendo estar limpios de ambición y orgullo han caído en la trampa del otro extremo que es igual de mala: el pensamiento bajo, la mente estrecha, las metas chiquitas, los pocos sueños y expectativas. Es que el problema no es soñar en grande, el problema es que los valores de esta sociedad sean los que determinen y/o condicionen nuestro sueño, nuestro éxito. El problema es que la embriaguez de espectáculo nos lleve a menospreciar los pequeños comienzos. Recuerden la historia de un anciano sentado a la entrada de de un pueblo al que un forastero le preguntó: “¿Ha nacido algún hombre grande en este pueblo?”. El anciano respondió: “¡No señor, aquí todos nacen niños!”. Es verdad, todos nacemos niños y son nuestras convicciones, decisiones, pasiones y acciones las que nos llevarán a trascender.

Debemos, entonces, mantener en mente que Dios depositó un sueño grande en nosotros, el más grande quizás; nos mandó a discipular el mundo, a ser luz y sal. En ese llamado algunos tienen diferentes roles y responsabilidades, algunos serán famosos y otros no, algunos llenaran estadios y otros ayudarán para que éstos los llenen, pero soñar con menos es estar por debajo de las expectativas de Dios. Vamos, purifiquemos nuestros corazones e impactemos al mundo.



Juan Carlos Benjumea Guzmán

7 comentarios:

Juan Restrepo dijo...

!Que arrojo para ser honesto y vulnerable, esto es lo que muchos necesitamos escuchar, lo que sucede en nuestra ¨realidad¨. Decimos que vivimos para él y aún mas comprometedor, que lo hacemos por él, pero la respuesta que tengan las personas aserca de esto son las que determinan nuestra satisfacción y plenitud.
Juancho,
Gracias por hacerte preguntas, que ayudan a encaussar el corazón.
Juan Carlos Restrepo.

Unknown dijo...

total realidad, super sinceridad...gracias

victor zapata dijo...

Juan
el texto me parece muy interesante puesto que nos quita el velo que aveces los demas nos ponen, de que el exito depende de... "no todo el que me dice señor, señor entrara al reino de los cielos sino el que hace la voluntd de Dios" y hacer su voluntad demanda la muerte del orgullo y la exaltacion de la humildad.... de esto se trata, de su voluntad para cada area de nuestra vida.

Anónimo dijo...

LA VERDAD ES UN TEXTO QUE NOS AMPLIA LA VISION DE NUESTRA VIDA Y PROPOSITO; NOS QUITA A NOSOTROS COMO CENTRO DE ATENCION DE LA ESCALA SOCIAL Y NOS REVELA LA VERDADERA POSICION QUE DIOS NOS A MANDADO A ASUMIR, VALE LA PENA REPLANTEAR EL POR QUE HACEMOS LO QUE HACEMOS...

G.A. BERRIO.

Anónimo dijo...

la obediencia, casi siempre se hace difìcil cuando nos centramos en nosotros mismos y en lo que esperamos recibir despues del esfuerzo y trabajo. Solo es posible cuando por fin reconocemos nuestra posicion delante de un Dios soberano que espera de nosotros un corazon 100% rendido, es allì donde nos apasionamos por servirle y nos llenamos de satisfaccion al saber que cumplimos con su voluntad aun cuando nosotros mismos pasamos a ser lo de menos. Quiero tener este corazon.

Cristian dijo...

Excelente!!, muchas veces nos decaemos por que por mas que le ponemos toda la pasion a algo no sale como esperabamos nosotros, pero claro nunca se sale del control de Dios, a seguir orando y estando atentos a su voz y ser diligentes en obedecer!!!

Sebastian dijo...

Muy bien Juancho!!

Una generacion exitosa requiere una visión puesta en el éxito, es nuestro deber como ministros plantar esa visión, plantar la visión de sensibilidad y obediencia abonada con pasión y excelencia.

Esa es nuestra misión, gracias por ser mi amigo y soñar juntos.

Estoy convencido que alcanzaremos el éxito!!!!!!!

Sebastian Arbelaez