martes, 9 de octubre de 2007

Porqué está fracasando la educación

Tiempo atrás un popular noticiero nacional realizó una “investigación” para descubrir porqué estaba fracasando la educación sexual en Colombia. La frustración era ésta: hemos fallado y no sabemos porqué. Personalmente, creo que no sólo Colombia ha fracasado sino el mundo entero. Y además, pienso igualmente que no sólo la orientación sexual ha fallado sino la educación en general. Sí, todavía estamos “produciendo” algunos intelectuales y buenos profesionales (aunque cada vez son menos) pero escasean cada vez más los buenos ciudadanos, los buenos jefes (motivadores, comprensivos, visionarios, recursivos), los buenos trabajadores (honestos, diligentes, leales, eficientes), los buenos hijos, los buenos padres y los buenos esposos.

Y el comentar sobre una razón no considerada del porqué estamos fracasando es el motivo de mi artículo. Creo firmemente que el origen de nuestro fracaso es más profundo que lo que pensamos. También hay responsabilidades compartidas. Familias disfuncionales, crisis de valores, crisis de las instituciones, la mala influencia de la televisión, la sociedad de consumo, métodos de educación anticuados, entre otros. De todos los anteriores se ha comentado mucho. Pero pienso que hay una causa no estimada, de suma importancia, incrustada en los fundamentos de la educación.

Cuando estudiaba educación fui fuertemente enseñado (¿adoctrinado?) en el tema del centro de la educación. Mis profesores me enseñaban “el alumno es el centro de la educación”. Y es esa teoría la que quiero confrontar, la que a mi juicio está equivocada, la que a mi criterio es una causa importante del fracaso en la educación.

El verdadero centro de la educación es el maestro. Y mientras no lo entendamos vamos a estar dando vueltas, haciendo costosas e innecesarias investigaciones, crearemos proyectos débiles, perderemos mucho tiempo, y terminaremos fracasando igualmente. En la antigüedad, cuando se pretendía que un joven aprendiera un arte, la carpintería por ejemplo, no lo enrolaban en el mejor instituto sino que lo establecían como ayudante de algún hábil carpintero donde, por medio de la imitación y el contacto constante con su maestro, el pupilo crecía y aprendía hasta que se convertía en otro hábil carpintero. Nada de libros, nada de clases magistrales, sólo relación e imitación. Más allá de la destreza en el arte, el pupilo aprendería las “mañas” del mismo: todas las prácticas éticas y no éticas de su mentor serían adquiridas y dependiendo del criterio propio, perpetuadas por este nuevo carpintero. Pero si dicho maestro, además de ser un excelente profesional, es justo con sus precios, fiel a sus compromisos, y honesto con sus clientes estaría dejando un legado digno de perpetuar por su pupilo.

Mi hermana es contadora pública egresada de una de las universidades privadas más prestigiosas de Medellín. Mientras estudiaba su carrera, era común que, de cuando en cuando, especialmente los viernes y sábados, se fuera de rumba con sus compañeros de la universidad. Pero esas rumbas no eran sólo de estudiantes. Prestigiosos profesores (algunos con altos cargos empresariales y públicos) los acompañaban y mostraban una cara muy diferente a la vista en el aula de clase. Allí, ante la desilusión de unos estudiantes que los veían como modelos, y la complicidad y el deleite de otros que se aprovechaban de la situación, se convertían en unos simples borrachos, acosadores, mujeriegos y vulgares personajes. Excelentes profesionales, pésimos modelos. Grandes intelectuales, pequeñas personas.

¿Quiénes fueron mis maestros? Por fortuna tuve algunos buenos maestros (entre ellos recuerdo con afecto a un tierno y amoroso profesor belga enamorado de Colombia y a un apasionado profesor de cálculo diferencial quien además de excelente profesional era un buen padre y amigo), pero también tuve, y en mayor número, homosexuales, feministas, machistas, borrachos, acosadores, pervertidos, irresponsables, divorciados, bígamos, perezosos… Pero mientras pensemos que lo más importante son los títulos universitarios y el dominio de cada asignatura la forma en que nuestros maestros enfrentan la vida, su cosmovisión y principios, están en un segundo (¿quinto?) plano.

La educación no debe ser sólo para enseñar a producir dinero, sino más bien para enseñar a vivir. Obviamente, enseñar un arte para producir dinero es necesario en miras de vivir, pero es sólo un aspecto de la educación. Y para enseñar a vivir es necesario que hayan maestros ejemplo de vida.

Pero mientras el alumno sea el centro de la educación no nos importará quien le enseña siempre y cuando tenga un título aprobado. Si es un desordenado sexual, inmoral, injusto, borracho, no es tan importante mientras lo mantenga en su vida privada. Si es así, ¿Por qué nos preguntamos el porqué ese inteligente muchacho y esa talentosa adolescente están esperando un bebé? ¿Por qué ese capaz bachiller, que paso a todas las universidades a las que se presentó, es un bebedor y adicto a la pornografía? (ese fui yo muchos años atrás). De nuevo concedo que las situaciones antes mencionadas no son sólo responsabilidad de un mal modelo, pero quiero que rescatemos su importancia.

No propongo la abolición de la academia ni de las clases magistrales. En realidad espero haber sido claro en mi convicción que ese no es el problema real. Lo que si propongo es la reevaluación de nuestras creencias en cuanto a la educación, dejar de pensar que los alumnos son el centro, y más bien exigir que nuestros maestros (y políticos, magistrados, ministros, y todos los líderes religiosos) sean ciudadanos dignos de imitar: excelentes padres, buenos esposos, buenos amigos, fieles, leales, responsables, y, obviamente, excelentes profesionales y pedagogos. Para algunos es una utopía, pero para otros como yo es una pasión: ser modelos dignos de imitar por nuestros niños y jóvenes, los cuales son los futuros dirigentes y maestros.

¿No tienen, entonces, derecho los profesores y líderes de tener vidas privadas? ¿Dónde queda la independencia, la libertad y el derecho a intimidad de los maestros y líderes? En la decisión de ser personajes públicos y de orientar los futuros gobernantes de nuestro país. Si no quieren ser ejemplos integrales, que se sienten detrás de un computador en una empresa donde lo que sean en privado afectará solamente a sus familias y círculo de amigos y no a las masas de estudiantes ávidos de encontrar modelos dignos de imitar.

Juan Carlos Benjumea Guzmán

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